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NUEVE RAZONES POR LAS QUE LOS FILMES SOBRE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL SIEMPRE FUNCIONARÁN

 

Se terminó el Mundial de fútbol de Brasil, sobrevienen las vacaciones de invierno, todavía falta para el inicio de los torneos oficiales de fútbol o para el Mundial de básquet... ¿Qué se puede hacer salvo ver películas, diría el Charly García de la época de La Máquina de Hacer Pájaros? Bueno, también se puede escribir sobre películas. Por ejemplo, sobre por qué hay tantos filmes acerca de la Segunda Guerra Mundial, y por qué siempre funcionan, artística y comercialmente. A continuación, nueve conjeturas al respecto.  

 

1 Porque fue la guerra de todas las guerras, la última guerra a escala planetaria, la primera guerra con radio y filmaciones y radar y aviones a reacción y bombas atómicas, y porque fue una catástrofe humana cuyas consecuencias se notarán por siglos, y cuyas historias se contarán y volverán a contar mientras haya seres humanos.

 

2 Por la cantidad de teatros bélicos diferentes, y no sólo me refiero a los combates por tierra, mar y aire, sino a los océanos Pacífico y Atlántico, al África Oriental, al África del Norte, a Italia, a Europa Occidental, a los Balcanes, a Europa Oriental, a Medio Oriente, a Indochina, a Nueva Guinea, a las islas de Oceanía, a China, a Filipinas, a Japón. Uno solo de ellos generaría una enorme cantidad de filmes, qué decir de todos.

 

3 Por la gran cantidad de naciones involucradas, no sólo las inmediatamente recordables por cualquiera, como Estados Unidos, Alemania, Rusia, Francia, el Reino Unido, Japón, Polonia, Italia, sino muchas otras. Por nombrar sólo algunas más, todas naciones con industrias cinematográficas fuertes, que han dirigido sus miradas al conflicto o bien podrían hacerlo: Brasil, India, China, Hong Kong, Corea del Sur, Australia.

 

4 Porque abundan los personajes icónicos. El potencial dramático y cinematográfico de una figura como Adolf Hitler podría ser suficiente para explicar este punto, si no fuera porque en la Segunda Guerra Mundial también descollaron personajes como nada menos que Winston Churchill, Franklin Roosevelt, Stalin, Mussolini, De Gaulle, Mao, el Mariscal Tito, Pío XII, Guderian, Rommel, Zhukov, Nimitz, Yamamoto, Eisenhower, Eichmann, Himmler, Mengele, Canaris, Göring, Patton, Montgomery, Quisling, Petain, Oppenheimer, Von Braun, Turing, Rudolf Hess, Wallenberg, Oskar Schindler, Anna Frank, Richard Sorge...

 

(Derecha: la inenarrable escena del desembarco en Normadía de Rescatando al soldado Ryan)

 

5 Porque aún hoy todavía hay zonas oscuras. Porque las zonas oscuras son ideales para especular, para ficcionalizar, para combatir la historia oficial, aún desde el disparate. ¿Qué fue realmente de Adolf Hitler, de su lugarteniente Martin Bormann, del jerarca de la Gestapo Heinrich Müller? ¿El gobierno norteamericano estaba al tanto de la posibilidad o inminencia de un ataque japonés a Pearl Harbor? ¿Por qué Rudolf Hess viajó a Escocia? ¿Hasta qué punto llegó la colaboración entre la mafia siciliana y los Aliados? ¿Cuántos de los criminales de guerra alemanes lograron escapar de un juicio gracias a colaborar con los vencedores? ¿Hasta dónde llegó la complicidad del Vaticano y los servicios de inteligencia militar británico y norteamericano con la red ODESSA? ¿Es real la posibilidad de que, de haber existido un mejor planeamiento estratégico de las potencias del Eje, la guerra hubiera tenido otro resultado, o al menos haberse prolongado lo suficiente como para hacer viable una paz de agotamiento?

 

6 Por el nazismo. Porque pocas veces en la historia, si acaso alguna, existió una ideología que combinara una exaltación demoníaca de la violencia y el racismo con el culto a la tecnología y a la planificación del crimen como industria a escala planetaria... y con una iconografía tan atractiva. Porque uno de los secretos del atractivo del nazismo es visual: la bandera con la esvástica, los uniformes, la cuidadosa coreografía de los desfiles y los actos multitudinarios, la monumentalidad de los edificios pensados para durar todo el Reich de Mil Años...

 

7 Porque es más fácil presentar a esta guerra como una lucha entre el bien y el mal que en cualquier otra, y la razón es el nazismo, precisamente. Bien que todos conocemos el carácter totalitario del estalinismo, o los crímenes del colonialismo británico o francés en Asia y África, o la histórica perfidia e hipocresía de la política exterior norteamericana, o la existencia de comportamientos generosos o humanos incluso dentro de la maquinaria genocida del Eje, pero sencillamente es imposible encontrar, y con muy justas razones, villanos mejores que los nazis. La prueba es que los villanos soviéticos de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal no son ni la mitad de abominables que los nazis de Indiana Jones y la Última Cruzada, o de Los Cazadores del Arca Perdida.

 

8 Por la abrumadora cantidad de episodios ideales para una relectura desde el cine, y no hablo sólo del desembarco en Normandía, la batalla de Stalingrado, el sitio de Leningrado, la liberación de París, el ataque a Pearl Harbor, los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, el Holocausto, la caída de Berlín, los desembarcos en Sicilia o Anzio, la guerra de guerrillas de la Resistencia francesa o yugoslava, la invasión de Creta, los combates en las arenas de Tobruk o El Alamein, la colosal batalla aeronaval de Midway, la Blitzkrieg, la Batalla de Inglaterra, el alzamiento del gueto de Varsovia o la tortuosa diplomacia vaticana con respecto al Eje. Sino también de episodios menores de la guerra pero no menos impresionantes como la Operación Picadillo, la ruptura del código de la máquina alemana Enigma por los servicios de inteligencia polacos, el desciframiento de los códigos secretos alemanes por Alan Turing, o los afanes de gente como Oskar Schindler o Raoul Wallenberg por salvar al menos a algunos de los judíos condenados al exterminio.

 

9 Por una gloriosa tradición de grandes filmes de todos los géneros y todas las cinematografías, que nos predispone favorablemente ante toda nueva película. Dejé para el final el que considero el punto capital. Después de todo, actos de heroísmo, de crueldad, de grandeza, de genio, de cobardía, de miseria humana, hay en todos los conflictos bélicos, desde las campañas de Sargón de Akkad hasta la más reciente de las siempre últimas incursiones israelíes por Gaza o Líbano. Pero no hay, y tal vez ya nunca habrá, guerra que haya dejado un legado cinematográfico más excelso que la Segunda Guerra Mundial. Empezando por ese mito que es Casablanca cuando la contienda recién comenzaba para Estados Unidos, siguiendo con la extraordinaria Náufragos de Hitchcock, y en una tan apurada como incompleta pero emocionada síntesis, con Roma ciudad abierta, Arenas de Iwo Jima, Infierno 17 de Billy Wilder, El puente sobre el Río Kwai, Donde las águilas se atreven, Los doce del patíbulo, El botín de los valientes (un genial spaghetti western en realidad, pero ambientado en Francia en 1944), Los cañones de Navarone, La cruz de hierro de Sam Peckinpah, El barco, Furyo, El imperio del sol de Spielberg sobre la novela de James Ballard, Mediterráneo, La vida es bella, La lista de Schindler de otra vez Spielberg, La delgada línea roja, Rescatando al soldado Ryan, Cartas desde Iwo Jima de Clint Eastwood, la desengañada Banderas de nuestros padres del mismo Eastwood, Enemigo a las puertas, El pianista de Roman Polanski, la disparata y gozosa Bastardos sin gloria de Tarantino, la polémica La caída, Desafío... ¿Cómo no otorgarle a cualquier nueva película acerca de la Guerra de 1939 a 1945 el favor de la expectativa?

 

Como dijera inmortalmente el griego o griegos que conocemos como Homero y gustara citar Jorge Luis Borges, "los dioses tejen desventuras para los hombres para que las generaciones venideras tengan algo que contar". Creo que hemos sido afortunados de que una calamidad como la Segunda Guerra Mundial haya sido tan bien contada... y siga siéndolo, a juzgar por los anuncios de estrenos de los próximos meses.

 

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