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CINE DE VERANO 2015
Con ustedes, el comentario de CINE BRAILLE para seis películas vistas en el arranque de este verano 2015: la reciente El Hobbit - La batalla de los cinco ejércitos, el clásico Sed de mal / Touch of evil de Orson Welles, el telefilme Two of us acerca de un encuentro entre John Lennon y Paul McCartney en 1976, el no menos clásico 8 a la deriva / Lifeboat de Alfred Hitchcock, el ejercicio chandleriano de Adiós muñeca / Farewell my lovely con un genial Robert Mitchum como el detective Philip Marlowe, y Escándalo americano / American Hustle, un filme kirchnerista (!), ya explicaré por qué. Como siempre, si no querés conocer aspectos de la trama de cada película, mejor dejá de leer ahora mismo. Quiero decir ¡ya!
Como estoy libre de la superstición del carácter sacro de los mitos de la Tierra Media, no asistí a una función de El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos de Peter Jackson como si estuviera asistiendo a una misa, con espíritu reverencial, sino simplemente como quien va al cine a ver una película. Y me pareció estar en presencia de un gran espectáculo, más que de una gran película. El 3D le sienta de maravillas al relato, la composición visual de las escenas es magnífica, las escenas de batalla son extraordinarias... pero, a diferencia de los filmes de la primera trilogía, algo falla. No sé si será el exceso de Tolkienploitation, que generara una segunda trilogía después de la original, para peor convirtiendo un libro que daba para un solo filme en tres filmes. (Jackson: San Ireneo de Lyon, capaz de explicar el misterio de la Santísima Trinidad afirmando que Dios es Uno y es Tres, hubo uno solo). No sé si será el carácter de redundantes comentaristas que a veces asumen Bilbo y Gandalf, que cuales Fernando Niembro o Julio Ricardo de la Tierra Media explican lo que el propio Jackson mostró perfectamente apenas un segundo antes. No sé si será el exceso de malvados orcos ensamblados en el Área Aduanera Especial de Tierra del Fuego, destinados a ser masacrados por centenares sin apenas rasguñar a los héroes. No sé si será el abuso de nombres tipo Randulf hijo de Thigo, nieto de Thar y cuñado de El Toto. No sé si será la oportunidad de fáciles bromas futboleras que ofrecen nombres como Kily González, Thorin pronunciado Sorín o Bardo, por no hablar del Burrito Ortégolas. En síntesis, no sé (?).
Hablemos de uno de los últimos film noir clásicos, Touch of evil, o Sed de mal o Sombras del mal según el país, dirigido por Orson Welles, saboteado por el estudio Universal y estrenado en 1958. La película, o al menos el corte restaurado en 1998 siguiendo viejas indicaciones de Welles, merece verse por la rareza de presentar a un WASP prototípico como Charlton Heston actuando de policía ¡mexicano! Por la rareza aún mayor de que ese policía mexicano es quien representa el apego a la ley frente a un funcionario norteamericano. Por el apunte políticamente incorrecto de que el policía que vulnera los procedimientos legales resuelve el caso, mientras los demás se pierden en pistas falsas. Por volver a ver a Marlene Dietrich aunque fuere en un papel secundario. Por el célebre y magistral plano secuencia con que comienza, Por las maravillas que hace Welles con la iluminación, los ángulos de cámara o la composición de las escenas, por caso la de la imagen de la derecha, a la hora 31 minutos y 42 segundos de la película: Welles, refugiado en el cabaret de la Dietrich en México, rodeado de cuadros de toreros y acechado desde la ventana reflejada en el espejo de la izquierda por Heston, casi como un matador más. La simbología es evidente. (Hagan clic sobre la imagen si desean ampliarla).
Un toque de mal, traducción literal de Touch of evil, es el que demuestra a veces el John Lennon de Two of us, telefilme de 2000 dirigido por Michael Lindsay-Hogg, el mismo de Let it be. La base de la historia es real: efectivamente Paul McCartney visitó a su ex compañero esa noche de abril de 1976 en su apartamento de Nueva York, y efectivamente pensaron por un momento en aceptar la burlona oferta de un humorista para "reunir a los Beatles" en su programa esa noche, a cambio de unas monedas. El resto de la película es ficción, pero no un invento: quien haya leído unos cuantos reportajes a ambos no encontrará mayores motivos de asombro, y la aguda disección que el Paul del filme (un brillante Aidan Quinn) hace de las razones detrás de la aspereza de John (Jared Harris) es materia de especulación frecuente en cualquier libro serio dedicado a los Beatles que se precie de tal. Es difícil que un fan de la banda no disfrute esta película; no sé si le gustará a alguien a quien no le interesen los Cuatro Genios de Liverpool, al decir de Juan Alberto Badía. Allá ellos.
En 1944, ya en Hollywood, Hitchcock filmó Lifeboat, conocida o desconocida en Argentina como 8 a la deriva y en España y México como Náufragos, acerca de un grupo de sobrevivientes de un barco hundido por un submarino alemán durante la Segunda Guerra Mundial. La obra es una proeza, ya que la mayor parte de la acción sucede en un espacio tan limitado como un bote, para peor representado con técnicas hoy risibles, y depende absolutamente de la construcción de los personajes y de las relaciones entre ellos. El conflicto principal se plantea cuando los náufragos rescatan a un sobreviviente del submarino alemán, que también fuera hundido, y no se ponen de acuerdo acerca de qué hacer con él. Avanzada la película, se descubre que el náufrago alemán es nada menos que el capitán del submarino, y que es el único de los naúfragos que tiene una idea clara de qué hacer para salvarse. Poco a poco, la desesperación mina todas las resistencias y los sobrevivientes terminan rendidos a los pies del capitán, quien pronto se revela ante el espectador, no así ante los otros personajes, como un carácter maquiavélico de primer orden. El papel del oficial alemán en la muerte de un naúfrago lisiado, a quien por su parte había salvado la vida unos días antes, termina por desatar en su contra la furia del resto de los personajes, en especial de los más liberales, que en el momento de asesinarlo se comportan como los peores salvajes. El corazón del planteo de Hitchcock es claro: ¿es posible luchar contra un monstruo sin transformarse en él?
La película distó de ser un éxito en su momento, debido a la complejidad de su planteo moral en medio de una guerra en la cual los escrúpulos morales ya no tenían lugar. (Digamos Auschwitz, Nankin, Katyn, Jasenovac, Dresde, Hiroshima). La mayoría de las críticas cortejaron el error de creer que Hitchcock presentaba al capitán alemán de manera favorable, cuando en realidad es mucho más obvia la lectura de que lo expone como a un manipulador, cuyas buenas acciones tienen por fin ganarse la confianza de los demás para mejor cumplir sus propósitos. (También es posible entender sus actos como el producto de un carácter ambiguo, capaz de compadecerse de un moribundo como de luego deshacerse de él en una situación tan extrema como estar en medio del océano, casi sin agua y sin comida para todos). De modo notable, ninguna de las críticas de la época fue capaz de señalar la presentación discriminatoria del personaje negro, para peor en una película asumida como bienpensante. Todo esto en apenas una hora y 37 minutos, en la cual el director hasta tiene tiempo para esbozar dos historias de amor y una alegoría de la lucha de de clases. Claro, era Hitchcock...
Adiós Muñeca / Farewell my lovely es una gran novela de Raymond Chandler, quizá la mejor o una de las mejores novelas acerca del detective angelino Philip Marlowe, lo cual es bastante decir. El riesgo de trasladar una buena novela al cine es desencantar al fan sin enganchar a quien no la leyó, riesgo que Dick Richards evitó con maestría en esta película inglesa de 1975. Los cambios menores hechos en la trama la emprolijaron, superando lo que siempre fue la mayor debilidad de las obras del Viejo; los diálogos agregados son tan chispeantes como los originales; Robert Mitchum no es un actor representando a Marlowe, es Marlowe, el mejor Marlowe que se haya visto jamás. Aparecen además en papeles menores Sylvia Miles en una actuación que le valió una nominación al Oscar, el célebre novelista y guionista Jim Thompson, y hasta Sylvester Stallone como un matoncito de burdel. Charlotte Rampling es una linda mujer, pero para ese rol creo que hacía falta una actriz con más filo: lástima que Barbara Stanwyck ya era una anciana entonces... (Derecha: aviso francés de la película).
Esta reseña termina con Escándalo americano / American Hustle, filme de 2013 que se estrenara en el mundo hispano el verano pasado. La película está ambientada en los años setenta, con un empleo notable de música de la época, tanto que hay escenas en las cuales uno se pregunta si el director David O. Russell no las pensó para darse el gusto de acompañarlas con temas como Papa was a rolling stone, Live or let die o Dirty work. En el comienzo somos advertidos de que "some of this actually happened" ("algo de todo esto sucedió realmente") lo cual nos previene de distraernos con la tentación de buscar disonancias con los hechos reales. Porque la operación ABSCAM que se cuenta en la película existió: efectivamente hubo un plan del FBI para tentar a legisladores y alcaldes con dinero negro de un supuesto jeque árabe, en el cual tuvo un papel decisivo un estafador muy hábil pero de poca monta. Esto, que pareciera un ejemplo de moralización de la política, en realidad es bastante más ambiguo de lo que parece: por empezar, no sé si es fácilmente defendible el que un delincuente comprobado escape al imperio de la justicia y sea recompensado con 150 mil dólares por colaborar con la policía. Por si esto fuera poco, el FBI no siguió la pista de sobornos existentes, sino que inventó un falso soborno como trampa para ver si algún político mordía el anzuelo, y para peor dio la casualidad de que los políticos apuntados por ABSCAM estaban enfrentados al presidente de entonces, James Carter. Y el alcalde de Camden era un corrupto reconocido, pero también era un funcionario apreciado por sus votantes.
Cierto que la pintura que Russell hace del mencionado alcalde es exageradamente benigna, pero con ello el director pretende subrayar una idea casi kirchnerista, como anunciaba al comenzar este texto: ¿por qué sólo se persigue con fanatismo de cruzada la deshonestidad de los funcionarios del Estado? ¿Y el poder económico nunca tiene que responder por nada? (Recordemos el contexto en el cual la película fue filmada: la peor recesión desde la Gran Depresión de los años treinta, con millones de desempleados, desatada a partir del comportamiento inescrupuloso y suicida de Wall Street). El personaje protagónico se lo dice casi textualmente al agente del FBI a cargo de la operación, en uno de los últimos diálogos de la película: "qué irónico que las mentes más creativas, aquellos que trabajaron más por levantar la economía de Nueva Jersey, son aquellos a los que arrestaste. ¿Y por qué? ¿Porque eran los más fáciles de perseguir? ¿Y qué tal los verdaderos artistas de la mierda? Ni siquiera te acercaste a los de las grandes ligas. Los tipos grandes de verdad. El poder financiero. (...) Lamento decírtelo, no atrapaste a ni uno de ellos". (Págs. 149-150 del guión, que se puede leer aquí, si sabés inglés).
Aclarado esto, vamos a la película en sí, que es muy divertida, con algunos pases de comedia muy graciosos, sobre todo en las escenas compartidas por el estafador Irving Rosenfeld (Christian Bale) y su tan sexy como desequilibrada esposa Rosalyn (Jennifer Lawrence) o las pocas escenas en que apreciamos la fellinesca vida familiar del supuesto as del FBI, Richie DiMasio (Bradley Cooper). Las actuaciones son todas de un nivel sobresaliente, no sólo las de los nombrados, sino también las de Amy Adams como la astutísima compañera de correrías y gran amor de Rosenfeld, Jeremy Renner como el querible alcalde Polito, el comediante Louis C.K. en un pequeño papel y nada menos que Robert DeNiro, como un matón escalofriante. Calurosamente recomendada.
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