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PHILIP MARLOWE, DETECTIVE PRIVADO

Tal vez todos los detectives privados del cine, la TV y la literatura de por lo menos 1940 a esta parte no son más que variaciones de dos de ellos, y esos dos tal vez son uno. Los dos son Sam Spade (nacido de la pluma de Dashiell Hammett) y Philip Marlowe (creado por Raymond Chandler). Y son uno porque hay un actor que los interpretó a ambos, y para bien o para mal les dio una cara para siempre: Humphrey Bogart, quien hizo un perfecto Spade en El halcón maltés, filme de John Huston de 1941, y un buen Marlowe en Al borde del abismo, película de Howard Hawks de 1944. Bogart con impermeable y sombrero, con un cigarrillo en los labios, una pistola en una mano y una mujer prendida de su cuello. Esa imagen es quizás la cifra del universo del policial negro. (A Chandler le hubiera gustado Cary Grant, algo que nunca sucedió, y para mí el mejor Marlowe fue Robert Mitchum en Adiós muñeca, pero no sé si eso le importa a alguien). [Publicado originalmente en junio de 2003 en Televicio Webzine].

La principal diferencia entre el policial negro, o duro, o hard-boiled, digamos la escuela norteamericana, y el policial clásico, a escuela inglesa, de autores como Agatha Christie o Arthur Conan Doyle, es el realismo sucio de la primera, por oposición a los juegos de ingenio a la hora del té de su ilustre predecesora. Los delitos en la escuela inglesa, muchas veces de guante blanco, son meros pretextos para demostrar la capacidad analítica del detective; pareciera que los muertos fueran de plástico. En el policial duro, el crimen sale de la casas de campo de la èlite victoriana y se instala en la ciudad, en la sucia y pervertida ciudad de los titulares de los periódicos sensacionalistas; los asesinos a veces son personas comunes que matan por desesperación, y en muchas historias las víctimas no son mucho mejores que sus victimarios. Y por sobre todo, si en la escuela inglesa la trama es una excusa para revelar la astucia de un Poirot o un Holmes, en la escuela americana la trama es un vehículo para sacar a la luz los cimientos podridos sobre los que se asientan las sociedades modernas. No es casual que la revalorización de Raymond Chandler que tuviera lugar en la década del '70 fuera, en buena medida, obra de intelectuales críticos; un ejemplo brillante: Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano. Ni que Dashiell Hammett fuera simpatizante del pequeño Partido Comunista norteamericano.

Un pequeño párrafo para los detectives de las últimas décadas. La señal más clara de que la receta de clonar a Marlowe y Spade está gastada es que abundan las vueltas de tuerca. El detective Pepe Carvalho, obra del escritor español Manuel Vázquez Montalbán, es un ex comunista y ex espía de la CIA, aficionado a la buena mesa y a encender el fuego de su hogar con libros que considera "decadentes". En Fatherland, de Robert Harris, el protagonista es un oficial de la policía de Berlín, en un mundo en el que la Alemania nazi ganó la Segunda Guerra Mundial. En La plata de Britania de Lindsay Davis, el "detective" se llama Marco Didio Falco y trabaja por cuenta y orden del emperador romano Vespasiano. Pero Falco es un Marlowe con toga, autor de frases tan Chandler como "los banquetes de Vespasiano eran realmente chapados a la antigua. Las camareras se dejaban la ropa puesta y el emperador jamás envenenaba los alimentos".

Volvamos a Spade y Marlowe. Ambos son tipos duros, parcos, solitarios, desencantados con un mundo corrupto donde el dinero es la única ley. Marlowe tiene un aire quijotesco: prefiere ir a la cárcel antes que delatar a un amigo en problemas con la ley en El largo adiós. Spade es más cínico: entrega a una mujer, a la que tal vez ama, con tal de evitar esa misma cárcel. Hay otras diferencias menores: Marlowe vive en Los Ángeles y trabaja solo; Spade, en San Francisco, y tiene una secretaria, la eficiente Effie Perine; Spade aparece en una sola novela y tres cuentos; Marlowe en siete, más una que quedó incompleta cuando Chandler murió, y tres cuentos.

Pero la mayor diferencia radica en el estilo de los autores: Hammett es en extremo hábil en el urdido de una trama compleja, y el tono de su obra es seco, casi forense, con pocos matices: acción y diálogo. Chandler, en cambio, suele pergeñar tramas que se le van de las manos: es famosa su respuesta a la pregunta de quién había matado a un personaje secundario en El sueño eterno: dijo que no lo sabía. Pero es inigualable como escritor de frases impactantes. "Existen ciento noventa formas de ser un canalla y Carne las conoce a todas". "Usaba una cantidad de maquillaje suficiente para pintar un barco". "Puso una cara que hubiera detenido de espanto a un reloj". "El marco de la puerta estaba tan sucio que me dieron ganas de tomar un baño de sólo mirarlo". "Sus ojos grises estaban tan vacíos como los agujeros de un antifaz". "De sus orejas salía pelo lo bastante largo como para atrapar a una polilla". "Me miró como si yo hubiera salido del océano con una sirena ahogada bajo el brazo".

Raymond Thornton Chandler nació en Chicago en 1888. Tras el divorcio de sus padres, su madre se lo llevó a Inglaterra, donde recibió una educación de primera clase gracias a la generosidad de un tío materno. Publicó ensayos y poesías en algunas revistas, duró lo que un suspiro en empleos en la administración pública y el periodismo, y comandó un batallón canadiense en la Primera Guerra Mundial. Al volver de las trincheras cambió la crueldad de la guerra europea por la del empleo bancario en California, se enamoró de una mujer casada 17 años mayor que él con la que se casó después de que ella se divorció, y en su madurez se convirtió en ejecutivo de una compañía petrolera. Algo se agitaría en su interior, porque en esa aparente culminación exitosa de una vida burguesa no pareció encontrar mayor alegría: sus días se iban entre borracheras y aventuras con secretarias. A veces ni se dignaba a aparecer por su trabajo. En 1932 lo despidieron, en el peor momento de la Depresión. Y ya no era joven, tenía 44 años.

En esa situación de no saber qué tren hay que tomar apostó por no postergar más su vocación de escritor. Estudió a Hammett, tomó de él lo que creía necesitar y se largó a escribir cuentos policiales. La revista Black Mask le publicó en 1933 su primer cuento, Los chantajistas no disparan. Recién a los 51 años se convirtió en novelista: en febrero de 1939, apareció El sueño eterno, primera aparición de su cínico, solitario y alcohólico alter ego, Philip Marlowe. Después vinieron Adiós muñeca (1940), La ventana siniestra (1942), La dama en el lago (1943), La hermana menor (1949), El largo adiós (1953) y Playback (1958).

También fue guionista de cine, al igual que otros escritores de la época, como William Faulkner o James Cain. Sus trabajos fueron dos veces nominados al Oscar: por Pacto de sangre y por La dalia azul. Se llevó muy mal con el director Billy Wilder: había hecho un gran esfuerzo para dejar atrás su alcoholismo y sus infidelidades conyugales, y se encontraba de repente trabajando con alguien que desayunaba con Martini y llegaba siempre tarde porque había pasado la noche en brazos de una estrellita de ocasión. Chandler llegó a odiar a Hollywood, y puso en boca de su detective apasionadas diatribas contra la "Fábrica de los Sueños", especialmente en La hermana menor.

Chandler se desbarrancó la tras muerte de su esposa en 1954, luego de una larga y penosa enfermedad. Recrudeció su alcoholismo, e intentó suicidarse más de una vez. El 26 de marzo de 1959 falleció de una neumonía, a los 70 años, en La Jolla, California.

Es común encontrar las novelas de Marlowe en librerías de viejo y en bibliotecas públicas. Todas son muy entretenidas, y su ironía y su lúcido desencanto lucen increíblemente actuales. En El sueño eterno, el detective investiga una extorsión a un anciano millonario por una deuda de juego de una de sus hijas, pero detrás de ese caso banal hay un crimen que todos quieren esconder. En Adiós muñeca busca a la ex novia de un ex presidiario, pero termina enredado en los manejos turbios de un hampón que controla una pequeña ciudad. En La ventana siniestra investiga un robo de joyas que tal vez no es tal. En La dama en el lago, la más floja de todas, la desaparición de una mujer. En La hermana menor busca a una chica de provincias perdida entre las luces de Hollywood. En El largo adiós, la mejor junto a Adiós muñeca, Marlowe ayuda a escapar a México a un amigo rico, al que cree inocente del crimen del que es acusado, y eso primero le cuesta la cárcel y luego le abre las puertas de la alta sociedad californiana, saliendo de todo el asunto más escéptico que nunca. En Playback comienza trabajando para un abogado y luego decide ayudar a la mujer a la que debía perseguir, y termina en las puertas del casamiento, para escándalo de sus seguidores. Ya lo dijo una vez Pedro Almodóvar: "la heroína de la novela rosa y el antihéroe de la negra al principio están solos, pero terminan de un modo distinto. El antihéroe continúa triste y solitario, al final. Creo que en el fondo los antihéroes disfrutan del caos y la soledad: una mujer acabaría ordenándoles la casa y la vida, y ésa es precisamente la única diferencia entre un antihéroe y un tipo vulgar". Poodle Springs, terminada por Robert J. Parker, no solicita otro mérito que el de ser una curiosidad.

"Si mis libros hubieran sido peores de lo que son", escribió con ironía Chandler, "no me habrían invitado a Hollywood, y si hubieran sido mejores yo no habría venido". Ojalá puedan disfrutar de ellas tanto como lo he hecho yo.

 

Versiones anteriores de esta nota fueron reproducida en la revista virtual uruguaya LadoB... (www.ladob.8m.net) y en el sitio de Internet Televicio Webzine (www.quintadimension.com/televicio).

 

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