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NO VUELVAS SIN RAZÓN

Al menos eso pedían los Soda Stereo en Un millón de años luz, hacia 1990. No vuelvas sin razón: al contrario de otros grandes regresos en cuarenta años de historia del rock argentino, el de la banda de Cerati, Zeta y Charly Alberti ha sido casi unánimemente aplaudido. Con la debilidad por la sociología de cafetín que me caracteriza, aventuro una teoría al respecto. Si gusta, es su casa. (Nota originalmente publicada en 45 RPM).

CENIZAS DE UNA NOCHE LARGA

Si el rock argentino comienza con "La balsa" en 1967, la historia de sus regresos arranca apenas dos años después (!): tras una breve separación de unos nueve meses, Los Gatos se reúnen para grabar sus últimos discos, aquellos en los que está Pappo en la guitarra.

En cuatro décadas, los retornos de bandas han sido incontables, de Pedro y Pablo a GIT, pasando por Los Enanitos Verdes, Aquelarre y Vox Dei, que volvió tantas veces (con y sin Ricardo Soulé) que uno perdió la cuenta. (Llega el punto en el que uno piensa si no resultaría más fácil hacer una lista de los grupos que nunca volvieron, digamos Los Desconocidos de Siempre, Comida China, Instrucción Cívica, Púrpura, el Dúo Fantasía, Sacramento, El Corte…).

De todos los regresos, hay unos pocos que se diferencian del resto por su escala masiva: los de Almendra (1979-81), Manal (1981), Serú Girán (1992), Sui Generis (2000) y el reciente de Soda Stereo. Como puede comprobarse siguiendo los vínculos recopilados al pie de esta nota, este último retorno ha sido casi unánimemente aplaudido: a juzgar por esos comentarios, fue un regreso conmovedor. De hecho, sería el primer gran regreso que resulta conmovedor. Ninguno de los otros cuatro resultó especialmente memorable, más allá de momentos mejores y peores.

Cada uno de estos retornos tiene sus características propias, y generalizar a partir de ellos es correr un riesgo: son bandas diferentes, con diferentes integrantes, diferentes historias y químicas internas muy diversas, pero me animo a aventurar una hipótesis acerca de la diferencia de resultados. (Borges escribió una vez que la realidad no tiene obligación de ser interesante; las hipótesis, sí, y espero que éste sea un caso). La idea es ésta: el resultado del retorno no depende solamente de la voluntad, el entusiasmo o la capacidad de los músicos, sino también del momento histórico del que las bandas son símbolo.

IMÁGENES RETRO

A diferencia de Soda Stereo, bandas como Almendra, Manal, Sui Generis, Serú Girán, pertenecen a una época en la que el rock era una bandera de resistencia a una realidad hostil, cuando no caníbal; a una era en la que aún se lo podía considerar un fenómeno contracultural. Luego de la apertura de comienzos de los ’80 (1), al rock se le hizo un lugar en el sistema como la corriente más o menos inconformista del showbiz: en los límites del sistema, pero dentro de él. Cada uno de esos cuatro regresos enfrentaba una contradicción entre su carácter de productos en la góndola de rock del Supermercado de Todo y haber sido, años atrás, símbolos de la resistencia a la cultura que hace posible ese Supermercado de Todo. Aquellos que presenciaron cada uno de esos regresos vieron una presentación (mejor o peor) de una banda de rock: el problema es que esperaban sentirse parte de una experiencia colectiva que ya no era posible. Y no por culpa de los músicos.

Soda Stereo, en cambio, no enfrenta ese contraste de épocas: su exclusivo desafío es volver siendo artísticamente convincente. Dicho sea de paso, el importante apoyo que el retorno recibió de una empresa de telefonía celular no generó comentario alguno; dicho apoyo hubiera sido inconcebible treinta años atrás, no sólo  porque ninguna empresa hubiera arriesgado un centavo en el rock, sino porque el rock tenía un discurso fuertemente contestatario con respecto a la sociedad de consumo (2)

CAE EL SOL

En el atardecer de esta nota, deseo aclarar que las líneas escritas más arriba no deberían ser leídas como un intento de descalificar o relativizar el aplauso generalizado que ha despertado el regreso de la banda de Cerati, Zeta y Charly Alberti. Son, si se quiere y como expreso en la bajada, un ejemplo de sociología de cafetín, y confieso que no estoy seguro de estar de acuerdo con ellas cuando estés leyendo estas mismísimas palabras que yo he tipeado hace un tiempo… pero que sin embargo acabo de tipear. Las escribí con la idea de explicar a qué se refieren aquellos testigos de un regreso importante cuando hablan de la ausencia (o presencia) de algo tan elusivo como la “magia” de una vieja banda de rock.

Magia que, por cierto, le exigimos mucho más al rock que a nuestra vida de todos los días. ¿No nos estaremos conformando con poco, no?

Opiniones sobre el regreso

* En La Nación

* En Clarín

* En Página/12

* En la edición argentina de Rolling Stone

* En Rock.com.ar

* En la Rock & Pop

Notas

(1)     Se suele usar como divisoria de aguas a la Guerra de las Malvinas de 1982, aunque la aceptación del rock ya había arrancado (tímidamente) un poco antes: hacia 1980 había vuelto a aparecer en la TV (¡Charly García almorzando con Mirtha Legrand!) y hasta en revistas tan conformistas como Gente. Y cuando, haciendo la mimesis de una apertura, la dictadura de entonces convocó a opinar del estado de la cultura a músicos de renombre, no sólo llamó a tangueros y folcloristas, sino también a Spinetta, Charly y David Lebón.

(2)     Un acuerdo parecido de Charly García con una marca de jeans, en 1982, produjo acalorados debates en la prensa rockera. Un eco de esas críticas es la letra de Transas.

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