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* * * * * Tres o cuatro mamarrachos con los que yo estoy mejor * * * * *

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* * * * * * * * * * * * PERO ¿QUIÉNES SOMOS LOS QUE HACEMOS CINE BRAILLE? * * * * * * * * * * * *

PENSAMIENTOS DEMOLIDOS DE FIN DE AÑO

 

O una deriva por los laberintos de la realidad de este 2012 tan contemporáneo y que ya entra a salir, y cuyo final pone a la gente todavía más loca de lo que está. (¿Por qué seguiremos “celebrando” Navidad y Año Nuevo, si a tanta gente la afectan tanto? ¿Por qué nos sentimos obligados a saludar o incluso compartir la mesa con gente que ya no soportamos? ¿A cuento de qué, estas maratones gastronómicas y este festival de consumismo que, para peor, deja a demasiada gente afuera, mirando con "la ñata contra el vidrio"? ¿Y si éstas siempre fueron fechas tristes, sólo que recién ahora lo admitimos?). Pero bueno ¡arriba, pum para arriba, alegría, alegría, que no decaiga! y muchas gracias a Thurston Moore de Sonic Youth por la idea del título de esta sección (?).

Este fin de año tuvo además un ingrediente especial: el supuesto Fin del Mundo, la supuesta profecía maya de que el mundo se acababa el 21 de diciembre de 2012 (que dio a esta página la idea para este texto y para este otro). Sí, los mayas, una civilización muy refinada, que prosperó en lo que hoy es el sur de México y el norte de Guatemala y Belice, y que se desmoronó siglos antes de la llegada de Cristóbal Colón y sus tres pateras repletas de inmigrantes ilegales europeos. Debería haber dado que pensar el hecho de que la civilización maya, que no fue capaz de inventar ni los satélites artificiales, ni el telescopio, ni el reloj, ni tan siquiera una bobada tan elemental como el Gangnam Style, fuera capaz de atisbar un Fin del Mundo que a nuestros científicos se les escapaba por completo ¿no? Pero bueno, sin fomentar la atención a estas pavadas, el periodismo comercial tendría que editar diarios con la mitad de las páginas en blanco, o emitir informativos de radio o TV que ¡horror! ¡requirieran un equipo de investigación de tiempo completo! Y Twitter… directamente no existiría.

Ah, Twitter, que todo lo afirma, lo niega y lo confunde, como una divinidad que delira. ¿Cómo hacer para separar las operaciones de acción psicológica de la información genuina, por ejemplo, en el caso de los saqueos de estos días? Y además está ese tono tan cool, tan cínico, tan canchero y tan superado que campea en la red social del pajarito. (Bueno, si uno lee que políticos griegos dijeron que “Argentina es un ejemplo" frente a ¡Amado Boudou! será más que difícil controlar a nuestro enano cínico interior). Incluso pareciera que los estándares de lo que es correcto se relajaran notablemente en Twitter... y eso que Jorge Lanata no se ha lanzado con todo a la red, ese Lanata a quien vemos en la imagen de la derecha, tomada en Israel en 2006, proféticamente disfrazado de mercenario. ¿Un caso de alguien a quien Twitter pareciera empeorarlo? Esteban Schmidt, que es un periodista muy agudo y nada complaciente, y que además escribe realmente bien, como creo que lo prueban sus notas en la edición argentina de la Rolling Stone acerca de la muerte de Néstor Kirchner, de 678 o de Periodismo para Todos. Pero me he llevado la desagradable sorpresa de comprobar que ha sido capaz de tuitear pelotudeces atómicas como ésta, u operaciones de prensa de patas tan cortas como ésta, o caer tan bajo como acá. En fin ¿será nomás que Twitter empeora a la gente, o tal vez será que la causa es el antikirchnerismo furioso? (El kirchnerismo furioso, qué duda cabe y antes de que me lo observe el eventual y acaso inexistente lector, es muy capaz de idioteces semejantes). Convendría recordar ahora aquella máxima de Michael Corleone en “El Padrino III”: “no odies a tus enemigos, porque eso afecta tu juicio”.

Y ya que estamos con “El Padrino” ¿por qué no un poco de cine? Hace poco vi por I-Sat Greenberg”, el filme de Noah Baumbach protagonizado por Ben Stiller, sí, el hermanastro más joven de George Costanza. (Jerry Stiller, el padre de Ben, actuaba de Frank Costanza en “Seinfeld”, de modo insuperable). Ben Stiller es Roger, un cuarentón que cuando tenía veintipico años lideraba una banda de rock que nunca pudo despegar y terminó disolviéndose, porque en el momento clave rechazó un acuerdo con una compañía discográfica. Roger nunca pudo superar el fracaso sobreviniente, a tal grado que debió pasar un tiempo internado en un hospital psiquiátrico. Todos sus proyectos al momento de hacerse cargo de cuidarle por unas semanas la casa a su hermano pasan por no hacer nada. Es además insoportablemente exigente y por momentos muy agresivo, al borde de la sociopatía, o sea, una combinación ideal para ganarse el odio del mundo entero. Conoce a la empleada de su hermano, Florence (Greta Gerwig), una chica que también parece vagar sin rumbo por la vida: acaba de terminar un noviazgo largo, su empleo parece estar muy por debajo de sus capacidades, y no acierta a proyectarse como cantante folk. Pero, a diferencia de Roger, su falta de rumbo no se exterioriza mediante la inacción, sino mediante la hiperactividad. Roger y Florence parecen una pareja cantada, pero siempre algo sale mal, por lo general por culpa de Roger. (La escena en la que intenta complacer a Florence practicándole sexo oral es memorable). El protagonista de esta película es insoportable, y sabotea continuamente la empatía que el espectador puede sentir por él, a diferencia de alguien tan poco amigo de la actividad y de los proyectos como él pero más fácilmente querible, el inolvidable Dude Lebowski de la película de los hermanos Coen y su tranquilo camino casi zen para nunca llegar a ninguna parte.

Sin embargo, y a la larga, uno no puede sentir más que compasión por Roger y sus estigmas, y hasta preguntarse si no conoce gente como él, absolutamente improductiva y a la vez absolutamente exigente para con los demás, por no hablar de gente que no pudo superar nunca un cierto momento de su vida y gira alrededor de él sin destino ni esperanzas. En ese sentido la película funciona muy bien: como un llamado de alerta. Porque, la verdad, no sé si la película da para tanto: a mí me interesó la patología del protagonista. A veces pasa.

Algunos lectores que interpretan el nombre de la página como una proclamación de conocimiento cinéfilo en vez de lo que siempre fue, que es apenas un chiste, suelen pedirme cada tanto que les recomiende una película. Más allá de que he escrito mucho sobre cine, y de que no todas las cosas que escribí están tan mal, disto mucho de s
er un cinéfilo 24 kilates. Pero así y todo hoy voy a recomendar algunas películas. Sí, hoy ¿por qué? Por más que hoy, para mí, que estoy escribiendo estas líneas, sea un día que para usted, lectora, lector, hace rato que está en el pasado. Dicho esto, déjeme pedirle además que, por favor, no se apure tanto a leer, que no me da tiempo a escribir.

La primera de las películas recomendadas es "Brazil", un filme de Terry Gilliam estrenado en 1985, con Jonathan Price, Kim Greist, Robert De Niro, Bob Hoskins, Ian Holm y Michael Palin. Se trata de una negra comedia distópica ambientada en un estado totalitario regido por una burocracia ineficaz, y cuya historia le debe tanto a George Orwell como a Franz Kafka y a los Monty Python que integraran, entre otros, los propios Gilliam y Palin. No voy a contar el argumento, sí a señalar aspectos que me parecen dignos de ser resaltados, empezando por la lograda estética retrofuturista de la película, comparable a la de la "1984" de Michael Radford, y un poco a la de "Blade Runner", en especial cuando el filme de Ridley Scott juega a evocar el policial negro de los años 1940s. "Brazil" contiene algunas memorables escenas a medio camino entre el humor absurdo y el sarcasmo: la de la indemnización a la viuda de un ejecutado por error en concepto de "diferencia en el costo de suministro de información", la de la pelea entre los burócratas por los útiles y muebles de oficina, la de la secretaria que mecanografía los atroces diálogos de las sesiones de tortura mientras masca chicle, la del interrogador con aspecto de ejecutivo atildado que juega con sus hijos en la oficina contigua a la sala de torturas, las de la mujer que se somete a cirugías estéticas continuas y que tal vez inspiró a un recordado personaje de Antonio Gasalla.

Otra vieja película que recomiendo rever (o simplemente ver) es "La naranja mecánica", de Stanley Kubrick, con su subversiva defensa del libre albedrío aún al costo de aceptar el riesgo de que ese libre albedrío engendre monstruos. La película es de 1971, la novela de Anthony Burgess es aún anterior, y en muchos aspectos la obra ha sido profética: hechos como los protagonizados por la pandilla de Alex (Malcolm McDowell) son hoy la rutina de los telediarios y los periódicos. Nada extrañaría que se propusieran hoy sucedáneos del Tratamiento de Ludovico, nada extrañaría ver hoy que se intente controlar la violencia callejera como se hace en la película: incorporando a los violentos a la policía.

Hablando de violencia urbana, otra película que todos deben haber visto, pero recomiendo por las dudas de que ése no sea el caso, es "Un oso rojo", el spaghetti western conurbano (¿choripán western? ¿choriwestern?) de Adrián Caetano con grandes actuaciones de Julio Chávez, Soledad Villamil, Enrique Liporace, Luis Machín y un sorprendente René Lavand. La historia es un clásico: el delincuente que sale de la cárcel dispuesto a recobrar a su familia y a vengarse de aquellos que lo traicionaron y lo mandaron a prisión. Está muy bien contada, esquiva gallardamente el riesgo de no resultar creíble, y tiene como interés adicional un excelente empleo de la ¡cumbia! en la banda de sonido, mérito de Diego Grimblat y Mariano Barrella. Como para recordarnos aquella frase de Borges de que él no era enemigo de los géneros...

¿Escribí "sale de la cárcel"? A los protagonistas de "Los doce del patíbulo" de Robert Aldrich los sacan de una cárcel militar en Inglaterra para intentar una misión suicida en la Normandía asolada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La película es Tarantino antes de Tarantino, claro está, y sólo por eso ya debería ser vista: el final es muy parecido al de "Bastardos sin gloria", por ejemplo, aunque sin el giro ucrónico. Actúan en "Los doce del patíbulo" leyendas de las matinés de los sábados como Lee Marvin, Ernest Borgnine, Telly Savalas, Charles Bronson, Donald Sutherland, John Cassavettes, George Kennedy o un veterano Robert Ryan.

Para finalizar esta nota, va una recomendación para ver "Más allá del olvido", una gran película argentina de 1956 dirigida por Hugo del Carril y protagonizada por el propio del Carril, la muy bella Laura Hidalgo y Eduardo Rudy. El argumento les va a resultar conocido: un hombre pierde a la mujer que ama, pero tras un largo duelo conoce a otra mujer con un parecido sobrenatural a la que perdió, e intentará convertirla en aquella. Sí: es igual al de "Vértigo"... sólo que "Más allá del olvido" es dos años anterior. (El parecido se remonta a las novelas que sirvieron de base al guión de ambas: es casi imposible que Alfred Hitchcock haya visto la película de don Hugo). Pero "Más allá del olvido" no es una simple y curiosa predecesora de la gran obra de Hitchcock, sino que tiene peso propio: desde las actuaciones a la fotografía, pasando por escenas resueltas con una maestría visual llamativa en alguien que, como del Carril, tenía una formación cinematográfica elemental. Y además hay un final tan conmovedor como siniestro: o cómo el duelo entre Eros y Tánatos termina siendo un baile de máscaras.

Mi idea era dedicarle también unas líneas a "Psychedelic pill", la nueva obra de Neil Young & Crazy Horse, pero me ha sido imposible porque empecé a escuchar el primer tema del primero de los dos discos y, al momento de escribir estas líneas, todavía no terminó. De hecho, ahora me pregunto si el anunciado Fin del Mundo no se habrá producido porque el encargado de bajar la palanca fatal se enganchó con el disco y está esperando que termine...

Para el final, un saludo a las madres en su día. ¿O el Día de la Madre no es todos los días del año, eh?

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