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PENSAMIENTOS DEMOLIDOS DE FEBRERO
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La magia de los Beatles es tan poderosa que ha desdibujado la obra solista de sus integrantes. Canciones como "I´m losing you", "Let me roll it", "Jealous guy", "Try some, buy some", "Watching the wheels", "Band on the run", "I´m the greatest", "Isn´t it a pity", "Coming up", "God", "This never happened before", "Nobody loves you (when you're down and out)", no hubieran desentonado en los mejores discos de la banda, los cuales, por otra parte, son los que van de "Rubber Soul" a "Abbey Road". (Sí, claro, depende de cómo contemos el irregular "Let it be", grabado casi enteramente antes de "Abbey Road", pero editado después. Y la edición norteamericana de"Magical Mystery Tour" agregó al EP original nada menos que "Penny Lane", "Strawberry fields forever" y "All you need is love", así que lo cuento entre los buenos de verdad. Debe ser el único caso en que una decisión empresaria mejoró un disco en vez de estropearlo). Pero no es sólo la sombra terrible de la obra de los Fab Four la que oscurece la carrera posterior de sus integrantes: uno siente, en cada uno de los discos, que está faltando algo. Y nosólo las canciones de los otros: lo que está faltando, sobre todo, es un par que diga esto no va a la autocomplacencia que campea por álbumes como "McCartney" o "Mind games", por no hablar de (lo siento) "Double fantasy". Algo de esta autocomplacencia ya podía intuirse en el Álbum Blanco: sólo un grupo que hubiera dejado de funcionar como tal hubiera editado meros borradores de canciones como "Why don't we do it in the road" o "Wild honey pie", por no hablar de la martaminujización del sonido Beatle con "Revolution 9" y sus eternos ¡8:22!
Si George Martin dijo una vez que “Lucy in the sky with diamonds” era “un Dalí sonoro”, yo me permito afirmar que “Revolution 9” es un Duchamp sonoro, en el sentido de partir de materiales preexistentes al acto creador (un mingitorio - imagen - en el celebérrimo caso del artista francés; cintas pregrabadas, en el del collage sónico Beatle) y en el de violentar los límites conceptuales de su propia disciplina artística (la escultura, en el caso de Duchamp; la canción pop, en el caso de los Fab Four). Pero, repito: ¡8 minutos 22! ¡Y encima "Unfinished Music No.1: Two Virgins" (más de 32 minutos)! ¡Y por si fuera poco, 50 minutos de "Unfinished Music No. 2: Life with the Lions"! ¡Y por si no se entendió el chiste, el "Wedding Album" dura 47 minutos 38 segundos! De toda esta dinastía de desatinos sonoros cabe decir lo que afirmara T. S. Eliot acerca del impenetrable "Finnegan's Wake": que "una sola obra como esa era suficiente”.
Un inodoro en una exposición de arte es una invitación a pensar que cualquier concepto de lo que es o no es Arte (sobre todo así, Arte, en mayúsculas) es un conjunto arbitrario y provisional de convenciones, permanentemente sujeto a discusión y cambio. Un tiburón pudriéndose en un centro de exposiciones, en cambio, es una anécdota menor destinada a ocupar unos segundos baldíos en un telediario, o tal vez algo aún peor: el respetado crítico Toni Puig le dijo hace un tiempo a la revista Ñ que el arte contemporáneo era “una tomadura de pelo”. Del mismo modo, “Revolution 9” pudo haber sido una manera de afirmar que, a partir de ese momento, en el rock había un solo límite, que era la capacidad del artista; los primeros y mencionados discos de John Lennon y Yoko Ono, en cambio, son una curiosidad de coleccionista. Y en cuanto al carácter innovador, rupturista, provocador y aún así pop, creo que son superados por aquella gloriosa parodia de Los Simpson, en el capítulo de Los Borbotones / B-Sharps: “Revolution 8”.
Uno podría decir que lo realmente difícil no es construir una obra musical compleja en lo armónico, lo melódico, lo rítmico, lo tímbrico o lo lírico. Lo realmente difícil es conmover a los semejantes con esa complejidad... o a pesar de esa complejidad. Pero lo que pasa con los citados ejemplos de música experimental es que ni la idolátrica reverencia a John Lennon pueden ocultar que ni siquiera son demasiado complejos: sólo conspiran contra las convenciones imperantes. Más allá de cierta simpatía no exenta de complacencia con el "bolsismo" o "bagism" de Yoko y John, la verdad, con una mano en el corazón ¿le toleraríamos a un grupo que no contara con nada menos que Frank Zappa y el propio Lennon un número musical como esta interpretación en vivo de "Scumbag"? ¿No parece, por momentos, una especie de instalación sónica digna de Hans Dietrich Mannheim?
(Algunos intentos muy loables por su elaboración pero muy desafiantes al oído del melómano promedio me hacen acordar a ciertos intentos de racionalización del fútbol ultradefensivo y tacticista que se veía en el mundo hacia 1989-90, en el apogeo del bilardismo, que pretendían que aceptáramos que el partido perfecto bien podía ser un 0 a 0. O sea, una especie de fútbol conceptual, en el que era más importante apreciar la sincronización de los relevos o la inteligencia para defenderse en una jugada de pelota parada que hacer goles. Víctor Hugo Morales es uno de los principales responsables de la difusión de ese despropósito).
Para el final, unas pocas reflexiones más, a cuento de nada. Una de las ventajas laterales de estos años de mejora social en Sudamérica es que cada vez hay menos pretextos para que Manu Chao nos inflija sus canciones. Tal vez soy un poco injusto con Manu, que es autor de algunas buenas canciones. Pero ése es el verdadero problema: que hay artistas cuya obra da para dos buenos discos y se terminó. El Bowie de los años 1970 ya lo había entendido: cada uno de sus discos parecía ser obra de un artista diferente. Porque ¡qué pueden tener en común "The man who sold the world", "The rise and fall of Ziggy Stardust & The Spiders From Mars", "Young Americans", "Station to station" y "Low"!
La otra me surgió luego de pensar en nombres tan desparejos como Antonio Carrizo, Marcelo Tinelli, Mario Pergolini, Alejandro Dolina, Toti Pasman, Marcelo Palacios, Horacio García Blanco, Germán Paoloski o Mario Trucco: ¿por qué dejamos de seguir en la TV a tipos que realmente sabían de lo que hablaban y empezamos a preferir a mamertos que se parecieran a nosotros?
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