Reseña crítica: De día, John Jasper (Claude Rains) es un apacible coreuta de la iglesia de Cloisteram, un eclesiástico respetado por los vecinos del pueblo. Pero dos veces a la semana, aduciendo un tratamiento médico, marcha a Londres, donde bajo el seudónimo de "Mr. Orrich", se interna en un fumadero de opio regenteado por una intrigante anciana (Zeffie Tilbury). La obsesión de Jasper es su joven estudiante de música, Rosa (Heather Angel), por quien siente un amor enfermizo y obsesivo. Rosa, de 18 años, está por ser desposada por el sobrino de Jasper, Edwin Drood (David Manners), que a sus 21 ya es mayor de edad para tomarla en un matrimonio ya acordado desde la niñez. Su idea de marcharse a Egipto con Rosa provoca una crisis en Jasper, que guarda bajo celoso secreto sus sentimientos aunque ignora que Rosa no está realmente enamorada de Edwin. El robusto maestro Crisparkle (Francis L. Sullivan) recibe a un nuevo pupilo, Neville Landless (Douglass Montgomery), que llega junto a su hermana Helena (Valerie Hobson) desde la remota Ceylán. Neville, dueño de un temperamento difícil y rebelde, cae prendado enseguida de los encantos de Rosa y al enterarse que el jactancioso Edwin es su prometido, se siente presa de celos y odio. Una noche, con Jasper de testigo, Neville y Edwin tienen una violenta discusión que culmina cuando el primero amenaza con un cuchillo a su adversario. El tutor de Rosa, el beatífico Sr. Grewgious (Walter Kingsford), cita a ambos prometidos, Edwin y Rosa, para hacer entrega formal del anillo de la madre de Rose, solamente si el casamiento va a consumarse. Edwin confiesa que tampoco ama a Rosa y, sabiendo que Neville verdaderamente está enamorado de ella, decide de común acuerdo romper el compromiso. Llega la noche fatídica, la víspera de Navidad, en que Jasper invita a ambos jóvenes, Neville y Edwin, a una cena de reconciliación. A la mañana siguiente, un atribulado Jasper denuncia al alcalde (E.E. Clive) que su sobrino está desaparecido, acusando a Neville quien, casualmente, estaba yéndose del pueblo. La resolución del misterio, es decir, quién mató a Edwin Drood, es algo que ha quitado el sueño no solo a los admiradores de la obra de Charles Dickens sino a sus colegas y a varias generaciones de escritores y reputados especialistas en Letras. Debido a que el autor falleció antes de concluir su novela, la fascinación del caso ha promovido desde continuaciones hasta una famosa tertulia que se llevó a cabo en 1914 con una especie de "juicio" en que personalidades como Shaw, Chesterton y otras luminarias hicieron de fiscal, defensor y testigos, llegando a una resolución que llegó a convertirse en noticia del momento e incluso en un film perdido, THE MYSTERY OF EDWIN DROOD (El Misterio de Edwin Drood-1914) de Herbert Blaché. 1935 fue un año dickensiano, con el estreno por parte de M-G-M de dos films rabiosamente populares, DAVID COPPERFIELD (íd) y A TALE OF TWO CITIES (Historia de Dos Ciudades). Universal, sin embargo, había iniciado la oleada con la estupenda versión de GREAT EXPECTATIONS (Grandes Ilusiones-1934) dirigida por Stuart Walker. De manera que volvió a encomendar a tal realizador la adaptación de la novela inconclusa de Dickens obteniendo un film digno y correcto pero que no pudo superar a la magnificencia y aspiraciones de los citados títulos de la M-G-M. El concierto de intérpretes desde Rains y Heather Angel hasta los últimos secundarios, pasando por Forrester Harvey como el simpaticón sepulturero borrachín Durdles, imprimen un clima netamente victoriano bien respaldado por la iluminación y la escenografía. Pero lo más destacable es que también están presentes los temas principales de la novela, el prejuicio racial, la hipocresía social, la intolerancia, la conservadora manía de preadjudicar matrimonios, la malsana tendencia a ocultar hasta las mínimas desviaciones de aquello designado como social y políticamente correcto. Como si fuera poco, el realizador acierta en obtener al menos dos momentos de genuina tensión cinematográfica, ambos involucrando a Claude Rains en sus irrupciones en la famosa cripta donde uno de los sepulcros vacíos podría o no albergar algo. El resultado, a pesar de estar enmarcado en un melodrama gótico, se corresponde con el género terrorífico que tanto suceso venía dando al estudio. [Cinefania.com]
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