Reseña crítica: Estamos en los años '60 y un director sesentón llamado Lew Landers trata de llegar a su trigésimo año de carrera en actividad. Esto significa que desde sus comienzos como director de largometrajes bajo contrato de Universal en 1934, están por cumplirse 30 años ininterrumpidos. En este marco acomete la realización de TERRIFIED tratando de estar al día con técnicas nuevas y gustos del público pero afrontando el desafío de terminarla con un presupuesto irrisorio. En este afán es que su película se inicia con una cámara que vaga por un pueblo abandonado, luego un cementerio, hasta llegar al hueco de una tumba en la que un jovencito (Robert Towers) está aprisionado y observa con sus ojos dilatados lo que ocurre por encima suyo. Un encapuchado camina por encima de él y por un instante, da la apariencia que el chico está enterrado vivo y puede ver lo que pasa por encima suyo tal y como ese recurso que Hitchcock había utilizado en la famosa THE LODGER (El Vengador-1926), con el protagonista percibiendo a las personas que caminan ansiosas en el piso de arriba como a través de un cristal. La apariencia dura poco, ya que efectivamente el chico está empotrado en una tumba vacía y el encapuchado comienza a verter cemento fresco, para desesperación del chico. Tras este potente comienzo, los títulos de crédito nos informan lo usual y se inicia la trama de la película, ambientando una larga secuencia en uno de esos bares que en inglés se denominan "soda shop", por más que vendan todo, alcoholes, bebidas espirituosas, café, menos soda. Una mesera (Tracy Olsen) está apesadumbrada por la desaparición de su hermano (la primera víctima mostrada en el prólogo) y su novio David (Steve Drexel) trata de tranquilizarla prometiéndole que irán a investigar al cementerio citado. Ambos llegan al lugar, que es el pueblo fantasma y recorren las instalaciones hasta que descubren el cadáver del cuidador del cementerio (Danny Welton), horriblemente empalado en unas rejas. Poco después el joven Ken (Rod Lauren) se suma a la búsqueda, de manera que Marge y David regresan para avisar al comisario (Denver Pyle, años más tarde querido Tío Jesse de la serie THE DUKES OF HAZZARD). En tanto Ken se dedica a investigar, siendo acechado de cerca por el famoso encapuchado, quien lo somete a una especie de juego de gato y ratón en el cual tratará no de matarlo sino de hacerlo morir de miedo a través de simulacros de estrangulamiento, ahogamiento, inhumación en vida... En su carrera Landers había dirigido dos películas de terror, una gema como THE RAVEN (El Cuervo-1935) para Universal, con los titanes del género Karloff y Lugosi y la artesanal THE RETURN OF THE VAMPIRE (El Regreso del Vampiro-1943) para Columbia, con Lugosi. Al final de su carrera Landers retoma la senda, ya sin titanes pero con mucho ingenio como para ambientar el grueso del filme en un escenario del oeste que bien podría haber sido locación para uno de los tantos western clase B en que filmó a lo largo de las décadas. La trama intenta infructuosamente alguna que otra sorpresa y ofrece varios diálogos sobre la manera en que el miedo extremado trabaja en la mente y genera consecuencias. Como elementos originales propulsa la figura del psicópata encapuchado que persigue de manera omnímoda a jovencitos inexpertos, destinada a popularizarse a partir de finales de los años '70. Tras la conclusión, nos quedan una incógnita: ¿por qué Lew Landers, fallecido cinco meses antes del estreno de esta película, no dirigió más películas de terror en su extensa carrera? [Cinefania.com]
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