Reseña crítica: Retomando el hilo de LA GUERRA DI TROIA (Arg: La guerra de Troya-1961), por momentos vía stock-footage, el relato nos ubica en el Lacio antiguo con una comunidad de refugiados que, bajo la égida de Eneas (Reeves), tratan de afincarse en la región siempre y cuando puedan ser aceptados pacíficamente por los previos ocupantes. Imagínense en la actualidad, con el avance de la tolerancia y la civilización, cuántos pueblos vecinos no logran congeniar, en la antigüedad en que nadie tenía la mínima hospitalidad ni comprensión para el Otro, los troyanos son vistos por ciertos reinos latinos como competidores por el espacio vital y, llanamente, como enemigos. Tras una escaramuza con una avanzada de Turno, rey de los rútulos (Gianni Garko), Eneas se presenta al rey Latino (Mario Ferrari) para rendir sus respetos y manifestar su intención de asentarse en alguna parcela que no moleste a los demás y convivir en paz con todos. De expresión siempre adusta (sabido es el limitado rango actoral de Reeves, cuya voz era doblada por un actor italiano, en este caso le viene al pelo), Eneas le cae bien al rey que, campechano, accede a la propuesta. A pesar de la proliferación de personajes secundarios, no hay mucha ambigüedad: los buenos respaldan a Eneas, la vigorosa reina Camila de los vosgos (la circense Liana Orfei), la princesa Lavinia (Carla Marlier) y hasta los etruscos. Por su parte, Turno y su cohorte solo manifiestan una natural hostilidad. "La fuerza es la única ley en que yo creo", afirma el cínico malvado en pos de evocar precedentes históricos (aunque Troya cayera más que por la fuerza, por la astucia de cierto rey de Itaca). De esta manera tratará de fraguar todo tipo de intrigas para enemistar a los troyanos con el benevolente Latino. Algunas, ingenuas, son detectadas y neutralizadas por el hercúleo Eneas. Pero a la larga, Turno siembra la cizaña y provoca una batahola en el palacio real, cayendo el propio Latino como primera víctima fatal. En pie de guerra, sitiados y diezmados por sus enemigos, los troyanos resisten como pueden, y es la intervención de los vosgos y los etruscos que salvan el día. Tal y como concluyera el asedio de Ilión, años atrás, nuevamente los acontecimientos fuerzan un enfrentamiento entre los dos líderes antagónicos, Eneas y Turno, para decidir el resultado del conflicto. Primero a bordo de cuádrigas y arrojándose lanzas entre sí; luego persiguiéndose a pie y ajustando cuentas a mano desnuda llevando Turno –por obvios motivos– las de perder. A pesar que el actor cumple con todos los requisitos del perfecto villano de la pantalla, es difícil de creer que Gianni Garko tenga alguna chance frente a dilatada caja torácica y los bíceps de Reeves. Para respaldar el verosimil, el héroe no lleva a cabo ningún portento de fuerza, no levanta rocas ni retuerce fierros salvo alguna reyerta en la que –se ve que no pudo con su genio– se dedica a alzar a un enemigo del cogote y arrojarlo contra otros que se le venían encima. Las incontables idas y vueltas, las intrigas y las conjuraciones, terminan siendo meras excusas para la batalla final y el combate entre los paladines. La afluencia de extras, jinetes, ingenios bélicos y peleas equilibran un poco el balance cinematográfico. Los puristas y fanáticos de Virgilio se encontrarán con casi todos los personajes de la obra en la que se basa, salvo los divinos. Desde ya, siendo el peplum lo que es, no hay ningún intento de trasladar con fidelidad los hechos cantados por el poeta. Sin embargo es de aplaudir la presencia de Nisio y Euríalo (Benito Stefanelli y un joven Giacomo Rossi Stuart), dos fibrosos guerreros troyanos que –según el autor– eran amantes y según el peplum, solamente juguetones camaradas de armas que se molestan como niños al beber de un arroyo pero que guardan una lealtad y una devoción que los lleva a morir juntos, cosidos a flechas por el pérfido rútulo. En su momento, el crítico del ABC que firma como "C." le dedicó un comprensivo párrafo tras el más que tardío estreno en la península ibérica (25/06/1972). El extracto nos sirve como excelente documento de arqueología de la crítica cinematográfica española y su positiva percepción del género: "las películas de sandalias, como le llamaban a los films pseudohistóricos de romanos, continúan siendo un buen filón en las coproducciones italianas. Lo demuestra esta cinta, donde se ha tratado en versión completamente libre la leyenda de Eneas, el personaje de la mitología greco-romana. El relato de sus andanzas tras la caída de Troya (…) ha sido tratado en la forma más espectacular, con técnica que recuerda a la de los «spaghetti-westerns». (…) La película de Rivalta no va más allá de lo que ofrece; un simple entretenimiento por vía mitológica". La impresión del crítico hispano es adecuada, ya que LA LEGGENDA DI ENEA ofrece interesantes escenas espectaculares pero falla en involucrar al espectador con los personajes o en generar mayor tensión en los enfrentamientos de masas. En cualquier caso, fue el último peplum de Reeves que a partir de ahí, dio un salto en el tiempo cambiando a Virgilio por el más comercial Emilio Salgari para sus siguientes películas sobre Sandokán. [Cinefania.com]
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