Reseña crítica: Una advertencia inicial, anterior a los títulos de crédito, evita suspicacias con la masiva colectividad española: "Esta película (...) en forma alguna puede poner sombra en la admiración que el pueblo argentino siente por España. Si fuimos libres, fue porque ella sembró en nosotros el orgullo de la libertad". La interesante idea, parecería tomada de esa imaginaria entrevista del libro "Gog" (1931) de Giovanni Papini, en que Mahatma Gandhi declara "un hindú anglicanizado quiere ser el dueño de la India como los ingleses, de Inglaterra". Tras evocar la época con una cita de Bartolomé Mitre: "...porque hasta los niños y los ciegos fueron héroes en aquellas jornadas", el film se inicia con la historia de Goyo (Juan Carlos Barbieri), hijo de un criollo que fue colgado por "traidor" y llevado a Buenos Aires para ser criado por su severo tío, un realista que es frecuente invitado a los bailes del Virrey Cisneros. Ni bien llega ya se percata de la división reinante en la capital del virreinato: españoles (que resultan ser aristocrátas) y criollos están hartos unos de otros. La rivalidad se manifiesta día y noche, en la cena, en la calle, en las reuniones sociales... y sus evidencias van desde una batahola de tomates y legumbres hasta los recónditos salones en que los conspiradores aguardan ansiosamente la caída de Sevilla a las tropas bonapartistas. Eso significa que la autoridad real ha sido interrumpida y que el Virrey no tiene ningún significado frente a la decisión popular de nombrar una junta presidida por el coronel Saavedra y secundada por los dres. Belgrano y Moreno. Tras asistir a una eficiente reconstrucción de los hechos de Mayo de 1810, el film rápidamente deja el tono de sentimental y tuerce a lo épico, con los preparativos para las campañas de los ejércitos al mando de Belgrano y de Ortiz de Ocampo. Goyo, que se reencuentra con su padre (Francisco Martínez Allende) que no solo está vivo sino que es capitán patriota y lo incorpora como tambor de su regimiento. El guionista Hugo MacDougall puebla la trama con algunos personajes estereotipados, como el interés romántico (Mariquita) o el villano antipático (el Tío Domínguez). Pero en el último rollo descarta todo lastre posible y centra el foco en ciertos prolegómenos de la batalla del río Tacuarí, en que miles de realistas del General Cabañas rodearon a los dos o tres centenares de soldados al mando de Belgrano. Las escenas culminantes del avance de las huestes porteñas bajo el fuego de los paragüayos y españoles son lo más logrado del film, a pesar que el presupuesto no pareció haber permitido abarrotar de extras la pantalla ni mostrar ninguna detonación salvo en fuera de campo. El episodio histórico (el mayor Celestino Vidal, cegado por el fogonazo de un cañón y su joven lazarillo, tambor del ejército, que cae en el campo de batalla) está aceptablemente expandido y funciona como excusa perfecta para tocar diversos temas: rivalidad social, la exhaltación de los valores nacionales, el sacrificio y la renunciación por los ideales. A pesar que a primera vista parecen coincidir con las preocupaciones y mensajes del por entonces gobierno peronista, la impresión final está muy lejos de cualquier panfleto o film propagandístico. [Cinefania.com]
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