Reseña crítica: Al regresar de unas vacaciones el bioquímico con acento británico insoportablemente afectado John Gray (Henry Kendall) se percata que en el asiento trasero de su automóvil trae una cámara fotográfica que no es de su propiedad. Como único medio de averigüar el propietario del artefacto se propone revelar las placas que lleva la cámara en su interior y, ante su sorpresa, una muestra claramente el apuñalamiento de una persona. Luego que un intruso le sustrae cámara y evidencia, revela las otras placas y va buscando cada una de las locaciones fotografiadas hasta que da con el hogar de la joven Mary (Ida Lupino, rubia, en su primer film) cuyo hermano Edward (John Mills, en su tercero) se había ido de paseo con la dichosa cámara. Juntos, John y Mary, seguirán el recorrido de los sitios que aparecen en las fotografías en busca del paradero del hermano desaparecido y, tal vez, la resolución del misterioso asesinato fotografiado. Tras ¾ de hora de misterio salpimentado con pasos de comedia romántica entre John y Mary, el relato se torna en judiciario cuando la policía aprehende al prófugo hermano de la protagonista llevándolo a juicio. Y como todas las evidencias circunstanciales apuntan a él, el juez (el apreciado Felix Aylmer) lo declara culpable. ¿Podrá el atildado John encontrar la fotografía que probaría la inocencia del joven y, al mismo tiempo, descubrir al asesino? Ingenua, irregular en su ritmo y extra-condimentada de comic-relief (del asistente de John o de la criada de Mary), la realización nos depara algunas sorpresas lúgubres, como las penurias del dúo protagónico en una oscura posada, su expedición al castillo misterioso o el flashback narrado en la corte por Edward y en que se explica el modo en que tomó la fotografía y cómo la cámara fue a parar al automóvil de John. Y también nos ofrece el misterio más apasionante de todos: si Ida Lupino nació - como alegan todas las fuentes serias - en 1918, en 1933 tenía 15 años. ¿Cómo pudo atreverse a salir tan escotada o a darse besos en la boca con el maduro protagonista siendo menor de edad? ¿O es que, al igual que nuestra leyenda viviente Amelia Bence, también se ha quitado algunos añitos sin que los cazadores de datos se hayan percatado? Y hablando de ellos, tal vez se contenten con descubrir que el montaje está acreditado a un joven David Lean. [Cinefania.com]
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